Queridos
hermanos: nos encontramos en el centro de la Semana Santa, en el día en que
nuestro Señor murió en la cruz por nuestros pecados, para abrirnos las puertas
del Cielo que estaban cerradas desde el pecado de nuestros primeros padres.
Pasaron muchos siglos desde aquella desobediencia de Adán y Eva, que causó la
expulsión del Paraíso, la pérdida del estado de gracia, y el triunfo de la
muerte sobre la vida. Desde el primer momento Dios se apiadó del hombre, y
prometió un mesías que vendría a redimirnos, a darnos todo lo que habíamos
perdido, y mucho más. .
Hoy contemplamos la cruz de Cristo, y tratamos de descifrar el profundo
significado de esta muerte, de esta ejecución del hijo de Dios.
En el Calvario el Señor nos da ejemplo
de obediencia, se hace obediente, obediente hasta la muerte y muerte de Cruz,
nos dice S. Pablo. Nuestro Señor sabe que va a morir, pero tiene un rechazo,
como todo hombre, al sufrimiento al dolor. En Getsemaní pide a su padre que le
libre de la pasión y la muerte, pero acaba diciendo no se haga mi voluntad,
sino la tuya. Cristo obedece, y nosotros, hijos de Dios, debemos obedecer. En
este mundo no está de moda la virtud de la obediencia, solo se alcanza una
especie de sometimiento a las autoridades, cuando ya no hay más remedio. Hoy
nos debemos recordar que no hay cristianismo sin obediencia, sin amor e
identificación con la voluntad de Dios. Se habla mucho de libertad, de derechos
humanos, pero se olvida que somos criaturas hechas por Dios, con un mundo que
se nos ha dado, que no hemos construido nosotros. Se habla mucho de
personalidad, y se olvida que venimos al mundo cuando Dios quiere, y nos iremos
de este mundo cuando Dios disponga.
Obedecer es una palabra que no está
de moda, que choca frontalmente con esos deseos de autosuficiencia, de
independencia, de estar por encima de toda norma y regla. El cristiano sabe que
para seguir al Maestro, tiene que estar unido a los legítimos pastores, al Papa
y a los obispos. Hoy se habla mucho de una nueva iglesia, como si la doctrina
de Cristo, y su ejemplo, hubiesen caducado. No es la doctrina la que tiene que
adaptarse a los nuevos tiempos, sino los hombres los que tenemos que
adaptarnos, identificarnos con la doctrina de siempre. Obedecer es algo muy
grande, es algo que nos acerca a Jesucristo, que nos libera de esas
esclavitudes que quieren dominarnos. Miremos al Papa que tenemos ahora, y
escuchemos su palabra. Amemos al Papa actual, y sintamos el orgullo de tener al
frente de la iglesia a un Papa, que es fiel a Jesucristo, y por lo tanto,
perfectamente identificado con los papas anteriores.
En el calvario el Señor nos da ejemplo
de humildad, de anonadamiento, de renuncia. La sagrada escritura nos dice que
no había en El parecer, ni hermosura. Aceptó todo aquel conjunto de humillaciones:
la traición de Judas, los insultos de la muchedumbre, las burlas de los
soldados. Incluso en la Cruz, uno de los dos condenados con él, se burlaba, le
ofendía. Y todo esto sin rechistar, aceptando ese suplicio, como venido de las
manos de Dios.
Pensemos nosotros como
nos comportamos en la vida ordinaria, como sabemos llevar las humillaciones que
provienen de la vida en familia, del trabajo, de la relación con los demás.
Cada uno de los hachazos que nos da la vida, debería ser una ocasión para pulir
nuestro amor propio, para parecernos a Cristo.
Homilía predicada en la iglesia del Corpus Christi de Palma, el viernes santo de 2014
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