lunes, 21 de abril de 2014

Jueves Santo

Jueves Santo
Nos encontramos celebrando la misa en recuerdo de la última cena, hoy jueves santo del año 2014. Desde el domingo pasado nos estamos preparando para estos tres días que comienzan hoy, en los que vamos a celebrar los misterios centrales de la Pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Hoy la Iglesia nuestra Madre conmemora la institución de dos sacramentos: el sacramento del Orden y el sacramento de la Eucaristía. El Sacramento del Orden sacerdotal, del sacerdocio, y el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En la segunda lectura de la misa de esta tarde, hemos leído un fragmento de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, donde el Apóstol nos dice que él ha recibido una tradición que procede del Señor, es decir, de algo que no ha sido inventado por los hombres, sino por el mismo Dios. El Señor Jesús, en la noche en la que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”.
Las palabras del Señor no tienen más que una interpretación: el pan que hay sobre la mesa se convierte milagrosamente en el cuerpo de Cristo, el vino en su sangre redentora. Una vez que Cristo ha pronunciado las palabras de la consagración se produce un milagro extraordinario: Dios que viene a la tierra, escondido bajo la apariencia de pan, bajo la apariencia de vino. Ya antes, en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús había prometido la Eucaristía, y mucho se habían alejado de Él, porque les resultaba duro de creer. La carne de Cristo se hace alimento para nuestras almas, se nos da por completo.
Este milagro extraordinario se continúa en la Iglesia, gracias al sacramento del orden, al sacerdocio cristiano. Jesús les dice a los apóstoles: haced esto en conmemoración mía. A partir de la última cena, los apóstoles y sólo los apóstoles, comenzaron a celebrar la misa, y a dar a los hermanos en la fe el cuerpo de Cristo. Nos podemos imaginar cuales eran los sentimientos de los cristianos en aquellas primeras misas de la iglesia, en aquellas celebraciones en las casas particulares, cuando todavía no había iglesias, ni altares, ni ornamentos.
Tenemos relatos de sacerdotes que han celebrado en campos de concentración durante la segunda guerra mundial, relatos de sacerdotes encerrados en cárceles en países donde no se respeta la libertad. En esas celdas han conseguido introducir un poco de pan y un poco de vino, y cuando no son vistos por los guardianes, han consagrado las especies sacramentales, y han celebrado la misa con más solemnidad que en la más famosa catedral del mundo.

Hoy es un día para agradecer al Señor el don de la eucaristía, y para examinar nuestras comuniones. S. Pablo dice que quien se acerca a comulgar sin la debida preparación, está buscando su propia condenación. Que nunca nos acerquemos a comulgar si la conciencia nos acusa de un pecado mortal, que seamos humildes y acudamos a la confesión siempre que lo necesite nuestra alma. Y junto con la preparación espiritual, la preparación física, el ayuno eucarístico, para recibir al que es Rey de reyes, Señor de Señores. Acudir a la comunión con pureza, con humildad, con devoción, con el espíritu y fervor de los santos.

homilía predicada en la iglesia del Corpus Christi de Palma, el jueves santo de 2014

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