Jueves
Santo
Nos
encontramos celebrando la misa en recuerdo de la última cena, hoy jueves santo
del año 2014. Desde el domingo pasado nos estamos preparando para estos tres
días que comienzan hoy, en los que vamos a celebrar los misterios centrales de
la Pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Hoy la Iglesia nuestra Madre
conmemora la institución de dos sacramentos: el sacramento del Orden y el
sacramento de la Eucaristía. El Sacramento del Orden sacerdotal, del
sacerdocio, y el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En
la segunda lectura de la misa de esta tarde, hemos leído un fragmento de la
primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, donde el Apóstol nos dice
que él ha recibido una tradición que procede del Señor, es decir, de algo que
no ha sido inventado por los hombres, sino por el mismo Dios. El Señor Jesús,
en la noche en la que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de
gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros.
Haced esto en memoria mía”.
Las
palabras del Señor no tienen más que una interpretación: el pan que hay sobre
la mesa se convierte milagrosamente en el cuerpo de Cristo, el vino en su
sangre redentora. Una vez que Cristo ha pronunciado las palabras de la
consagración se produce un milagro extraordinario: Dios que viene a la tierra,
escondido bajo la apariencia de pan, bajo la apariencia de vino. Ya antes, en
la sinagoga de Cafarnaún, Jesús había prometido la Eucaristía, y mucho se
habían alejado de Él, porque les resultaba duro de creer. La carne de Cristo se
hace alimento para nuestras almas, se nos da por completo.
Este
milagro extraordinario se continúa en la Iglesia, gracias al sacramento del
orden, al sacerdocio cristiano. Jesús les dice a los apóstoles: haced esto en conmemoración
mía. A partir de la última cena, los apóstoles y sólo los apóstoles, comenzaron
a celebrar la misa, y a dar a los hermanos en la fe el cuerpo de Cristo. Nos
podemos imaginar cuales eran los sentimientos de los cristianos en aquellas
primeras misas de la iglesia, en aquellas celebraciones en las casas
particulares, cuando todavía no había iglesias, ni altares, ni ornamentos.
Tenemos
relatos de sacerdotes que han celebrado en campos de concentración durante la
segunda guerra mundial, relatos de sacerdotes encerrados en cárceles en países
donde no se respeta la libertad. En esas celdas han conseguido introducir un
poco de pan y un poco de vino, y cuando no son vistos por los guardianes, han
consagrado las especies sacramentales, y han celebrado la misa con más
solemnidad que en la más famosa catedral del mundo.
Hoy
es un día para agradecer al Señor el don de la eucaristía, y para examinar
nuestras comuniones. S. Pablo dice que quien se acerca a comulgar sin la debida
preparación, está buscando su propia condenación. Que nunca nos acerquemos a
comulgar si la conciencia nos acusa de un pecado mortal, que seamos humildes y
acudamos a la confesión siempre que lo necesite nuestra alma. Y junto con la
preparación espiritual, la preparación física, el ayuno eucarístico, para
recibir al que es Rey de reyes, Señor de Señores. Acudir a la comunión con
pureza, con humildad, con devoción, con el espíritu y fervor de los santos.
homilía predicada en la iglesia del Corpus Christi de Palma, el jueves santo de 2014
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