domingo, 14 de diciembre de 2014

La Novena de la Inmaculada

DIA PRIMERO: la anunciación Lc 1, 26-38
Comenzamos hoy la novena de la inmaculada que nos ayuda a prepararnos para la fiesta del 8 de diciembre, la conmemoración del dogma de la inmaculada concepción, proclamado solemnemente por el Papa Pío IX en el año 1854. La fe de la iglesia siempre había creído en la pureza inmaculada de nuestra Madre, concebida sin pecado, y la historia muestra como en la literatura de los padres de la iglesia, en los templos dedicadas a la Virgen, etc. Siempre se había afirmado la fe en este privilegio de la Santísima Virgen. La declaración del dogma no fue más que un remarcar algo que ya estaba entre las creencias del pueblo de Dios.
El primer relato que tenemos de nuestra Madre en el evangelio nos lo da S. Lucas en el cap. 1 de su evangelio. Se trata de la escena de la Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios. Nos dice el evangelista que “el ángel Gabriel fue enviado de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón llamado José, de la casa de David, y el nombre de la Virgen era María”. Fijémonos en estas pocas palabras: Dios envía a un ángel a una virgen, que está prometida con un varón llamado José. El nombre de la virgen era María
Un padre de la iglesia nos dice que la palabra María en hebreo quiere decir estrella del mar, y en siríaco Señora. Y con razón, porque mereció llevar en sus entrañas al Señor del mundo y a la luz constante de los siglos. Ella será la estrella que orientaría a tantas generaciones de cristianos a través de los mares de este mundo, la Señora que cuida de la casa para que todos tengan ese hogar donde puedan reponer las fuerzas para el trabajo, para las peleas de la vida.
También a nosotros Dios nos va a visitar durante estos días de la Novena, y nos transmitirá un mensaje personal, adecuado a nuestras circunstancias. Dios tiene unos planes concretos para cada uno de nosotros, una misión determinada en este mundo nuestro. Debemos estar atentos, con los oídos bien abiertos, con el corazón preparado, para escuchar esas insinuaciones divinas que vamos a recibir. La novena no es un conjunto de misas, es algo más. Es disponernos con la Virgen a que Dios nos cambie la vida, nos pida algo que nosotros todavía no conocemos. Digamos al Señor aquí estoy para hacer tu voluntad.
San Gregorio Magno dice que a María Virgen no se envía un ángel cualquiera, sino el arcángel San Gabriel.  Procedía que viniese un ángel de los primeros a anunciar los misterios. Se le designa por su propio nombre, el cual muestra lo que vale en sus obras, pues el nombre de Gabriel significa fortaleza de Dios Por la fortaleza de Dios había de ser anunciado el que, siendo Dios de las virtudes y poderoso en la guerra para vencer en todas las batallas, venía a destruir las potestades del infierno.
El relato continúa con estas palabras del Ángel: “Salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y se preguntaba que significaría tal salutación”.  María estaba llena de gracia, y el Señor estaba con ella. Nos podemos preguntar cada uno: ¿yo estoy en gracia?, ¿he combatido contra el pecado para no perder mi amistad con Dios?, ¿necesito una buena confesión que limpie mi alma, y así podré oír la voz de Dios? Estos días son una buena ocasión para examinarnos a fondo, y descubrir todo aquello que me impide seguir al Señor. Especialmente debemos preguntarnos si estamos luchando por ser humildes, mirando siempre a los demás con una gran admiración, comprendiendo que son mucho mejor que nosotros. Dios no puede estar con nosotros si estamos llenos de nosotros mismos, de amor propio, de ansias de llamar la atención.
María se turba ante las palabras del ángel, y no entiende el significado de aquel mensaje. La delicadeza de conciencia de la Virgen hace que se sienta inquieta ante algo que le excede, que le sobrepasa. Todo lo contrario de lo que nos ocurre a nosotros, que nos consideramos siempre los mejores, dignos de toda admiración. En lugar de pedir consejo a personas que nos puedan orientar, queremos ser autosuficientes, sabedores de casi todo. Mal planteamiento para la vida cristiana es la actitud autosuficiente, pagada de uno mismo. María se llena de estupor ante algo que no entiende, pero intuye que es algo muy grande. No se queda encerrada en sí misma, y espera que el mensajero de Dios le aclare su inquietud.
El ángel le dice: “No temas María porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande: se llamará Hijo del Altísimo”. Las palabras de Gabriel son invitación a perder el miedo, no temas. También nosotros ante los planes de Dios podemos sentir miedo, nos podemos quedar paralizados. Lo sobrenatural siempre nos excede, nos sobrepasa, es una invitación a fiarnos de Dios. Mará ha hallado gracia delante de Dios, ha sido escogida por la trinidad beatísima.
Nosotros hemos sido elegidos por Dios para cumplir una misión en la tierra, una misión que nos sobrepasa. El cristiano no es una persona que se dedica a cumplir una serie de obligaciones, que tiene un código de conducta, es un seguidor de Jesucristo, que le ha escogido para ir por todo el mundo y predicar el evangelio. La Virgen va a concebir a Jesús en su vientre, y nosotros tenemos que concebir al Señor en nuestro corazón. Tenemos que enamorarnos de Jesús, el Hijo de Dios Padre, que ha venido al mundo para salvarnos, para hacernos felices. Solamente con este amor al Señor seremos felices, y superaremos todas las dificultades de la vida.
La Virgen pregunta al Ángel: “De qué modo se hará, pues no conozco varón?El ángel le respondió: el Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. La Virgen ha hecho un voto de virginidad, y ve que esto es incompatible con ser madre de un niño. Pero los planes de Dios son extraordinarios: será madre y virgen al mismo tiempo. Su hijo será hijo suyo e hijo de Dios. El Señor nacerá de un modo milagroso, con la colaboración de una mujer llamada María.
Pensar en esta escena del evangelio es encontrarnos con una mujer adolescente, llena de delicadeza, de candor, de pureza. Frente a la Virgen, estamos cada uno de nosotros, acostumbrado a vivir en un mundo que no sabe nada de pudor, de modestia, de delicadeza en el vestir. Nos cuesta mucho ir contra corriente, y defender algo tan santo como es la limpieza del alma y del cuerpo. Pidamos a María que nos contagie esa delicadeza de corazón, ese amor a la virtud de la castidad, ese no querer mancharnos con los pecados de la impureza.

La escena de la Anunciación termina con estas palabras de la Virgen: “he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra”. Es la plena disponibilidad de María a los planes de Dios, su total identificación con el querer de Dios. Hagamos nosotros durante esta novena muchos actos de entrega, digamos con frecuencia esta jaculatoria: he aquí el esclavo del Señor”, el que quiere identificarse plenamente con tu voluntad.

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