sábado, 3 de mayo de 2014

Primeras comuniones Aixa




Queridos hermanos:
El evangelio que acabamos de escuchar es un pasaje del discurso sobre el Pan de Vida que el Señor pronunció en Cafarnaúm. En este lugar Jesús habló con toda claridad del sacramento de la Eucaristía, que instituyó en la Ultima Cena. El Señor nos dice que es el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá eternamente. No hay opción a falsas interpretaciones: cuando comulgamos, recibimos el cuerpo de Cristo que se entrega por nosotros.
Dios había preparado al pueblo judío con el maná que les alimentó durante los cuarenta años que peregrinaron por el desierto. Fue un milagro extraordinario que Dios padre tuvo con su pueblo, para que no murieran de hambre en aquellas circunstancias tan adversas, antes de llegar a la tierra prometida. Pero el maná, siendo un alimento milagroso, solamente servía para recuperar las fuerzas, no daba la inmortalidad. Como explica el Señor, los israelitas comieron y murieron.
Pero al llegar la plenitud de los tiempos, El Hijo de Dios se hizo hombre, vino para dar cumplimiento a todas las promesas que habían recibido los judíos. Nos dio un alimento que no tiene parangón con ningún alimento humano, es un alimento que da la inmortalidad. Al recibir la santa comunión, no es Cristo el que se convierte en nosotros, como ocurre con cualquier comida. Somos nosotros los que nos transformamos, nos divinizamos, nos hacemos consortes de la naturaleza divina.
Nunca daremos suficientes gracias a Dios por el sacramento de la Eucaristía. Desde la Ultima Cena, la Iglesia no ha cesado de dar gracias a Dios, y ha convertido la Eucaristía en el centro de la vida cristiana. Los cristianos nos reunimos para celebrar la Eucaristía, dando gracias a Dios por este don inefable. Bastaría una única comunión en nuestra vida para conseguir unos efectos extraordinarios, increíbles.
El catecismo de la Iglesia dice que la Eucaristía culmina el proceso de la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el bautismo, participan por la eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor. Estas niñas recibieron en su día el sacramento del bautismo que les confirió el sacerdocio común de los fieles, participando de la comunión de los santos que existe entre todos los bautizados.
A lo largo de estos años han recibido una catequesis en su casa primero, y después en el colegio. Han aprendido a amar a Jesucristo, a contar con la gracia de Dios para mantener esa lucha propia de los cristianos. Dios mismo, por medio del Espíritu Santo, ha ido moldeando sus almas, para que pudiesen recibir la sagrada eucaristía. Además, sabemos que son las predilectas del Señor, Jesús se encuentra muy a gusto en medio de los niños.
Hace unos meses hicieron su primera confesión, recibieron el sacramento de la penitencia, y aprendieron a pedir perdón a Dios por sus errores, equivocaciones, por sus pequeñas faltas de amor. Desde entonces, se ha confesado en varias ocasiones, y el Espíritu Santo se ha ido metiendo en su alma, transformándolas para que su alma estuviera totalmente limpia. Hoy este camino llega a su fin: el Señor viene al alma de cada una, para quedarse, para compartir con ellas su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario