lunes, 21 de abril de 2014

Graduación de segunda promoción de Aixa



Estamos en la semana 4ª de Cuaresma, cerca de la Semana Santa. La iglesia desde el miércoles de ceniza nos ha animado a una nueva conversión, a un cambio en nuestra vida. Estoy seguro que este tiempo que ha transcurrido desde el comienzo de la cuaresma, ha sido un tiempo de mayor exigencia, de una lucha más decidida contra los enemigos de nuestra alma, el mundo, el demonio y la carne.
El evangelio de este viernes es un fragmento del cap. 7 de S. Juan, donde se nos vuelve a narrar el enfrentamiento duro y despiadado de las autoridades de Israel contra Jesús, a quien no quieren reconocer como Mesías. Es un combate entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal. En este conflicto, Jesús se revela a sí mismo como la luz del mundo, como el Hijo de Dios que viene a transmitirnos una revelación, una sabiduría que no puede alcanzarse con las fuerzas humanas, con nuestra inteligencia.
El señor nos dice que ha sido enviado por el que es veraz, por el que no engaña, el que no defrauda. Ese Dios verdadero que envía a su Hijo para darse a conocer, es rechazado por aquella clase dominante de Israel. No están dispuestos a perder sus prerrogativas, su cota de poder en la sociedad, y condenan a muerte al Mesías. Esta misma escena se repite en nuestros días, y nos encontramos con mentiras difundidas desde las clases dominantes, oponiéndose a la ley de Dios, a un planteamiento cristiano de la vida.
Hoy celebramos la graduación de la segunda promoción de este colegio y es bueno que pensemos en los motivos que llevaron a la creación del colegio. Era y es un proyecto educativo que trataba y trata de formar personas que tuvieran ese amor a la verdad, ese respeto a las distintas opiniones legítimas que se pueden dar en la sociedad. Era y es algo muy sencillo, pero que ha demostrado tener una importancia grandísima en la educación, y que desde el primer momento se ha encontrado con dificultades de distinto tipo, muchas veces causadas por personas que no creen en la libertad, en el legítimo pluralismo.
Gracias a Dios el colegio se ha abierto paso, ha ido creciendo, y hoy es un día de fiesta porque aquellas niñas que comenzaron sus clases hace más de 7 años, hoy se preparan para una nueva etapa de su vida, con un bagaje de formación que les hará enfocar las distintas situaciones con un peso, una gravedad, un modo de ver la vida, que tiene mucho que ver con la verdad, con la apertura a todo lo que Dios ha querido para cada uno de nosotros.

Os digo que en el colegio siempre encontrareis a personas que os quieren, que se han sacrificado por vosotras, y que no dejaran de estar a vuestro lado siempre que lo necesitéis. Durante años habéis venido a rezar a este oratorio, y el Señor ha escuchado vuestras confidencias. No dejéis de acudir al Sagrario para encontrar al verdadero amigo, y muy cerca de El, hallareis siempre a la Santísima Virgen.

Viernes Santo





Queridos hermanos: nos encontramos en el centro de la Semana Santa, en el día en que nuestro Señor murió en la cruz por nuestros pecados, para abrirnos las puertas del Cielo que estaban cerradas desde el pecado de nuestros primeros padres. Pasaron muchos siglos desde aquella desobediencia de Adán y Eva, que causó la expulsión del Paraíso, la pérdida del estado de gracia, y el triunfo de la muerte sobre la vida. Desde el primer momento Dios se apiadó del hombre, y prometió un mesías que vendría a redimirnos, a darnos todo lo que habíamos perdido, y mucho más. . Hoy contemplamos la cruz de Cristo, y tratamos de descifrar el profundo significado de esta muerte, de esta ejecución del hijo de Dios.
     En el Calvario el Señor nos da ejemplo de obediencia, se hace obediente, obediente hasta la muerte y muerte de Cruz, nos dice S. Pablo. Nuestro Señor sabe que va a morir, pero tiene un rechazo, como todo hombre, al sufrimiento al dolor. En Getsemaní pide a su padre que le libre de la pasión y la muerte, pero acaba diciendo no se haga mi voluntad, sino la tuya. Cristo obedece, y nosotros, hijos de Dios, debemos obedecer. En este mundo no está de moda la virtud de la obediencia, solo se alcanza una especie de sometimiento a las autoridades, cuando ya no hay más remedio. Hoy nos debemos recordar que no hay cristianismo sin obediencia, sin amor e identificación con la voluntad de Dios. Se habla mucho de libertad, de derechos humanos, pero se olvida que somos criaturas hechas por Dios, con un mundo que se nos ha dado, que no hemos construido nosotros. Se habla mucho de personalidad, y se olvida que venimos al mundo cuando Dios quiere, y nos iremos de este mundo cuando Dios disponga.
Obedecer es una palabra que no está de moda, que choca frontalmente con esos deseos de autosuficiencia, de independencia, de estar por encima de toda norma y regla. El cristiano sabe que para seguir al Maestro, tiene que estar unido a los legítimos pastores, al Papa y a los obispos. Hoy se habla mucho de una nueva iglesia, como si la doctrina de Cristo, y su ejemplo, hubiesen caducado. No es la doctrina la que tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, sino los hombres los que tenemos que adaptarnos, identificarnos con la doctrina de siempre. Obedecer es algo muy grande, es algo que nos acerca a Jesucristo, que nos libera de esas esclavitudes que quieren dominarnos. Miremos al Papa que tenemos ahora, y escuchemos su palabra. Amemos al Papa actual, y sintamos el orgullo de tener al frente de la iglesia a un Papa, que es fiel a Jesucristo, y por lo tanto, perfectamente identificado con los papas anteriores.
     En el calvario el Señor nos da ejemplo de humildad, de anonadamiento, de renuncia. La sagrada escritura nos dice que no había en El parecer, ni hermosura. Aceptó todo aquel conjunto de humillaciones: la traición de Judas, los insultos de la muchedumbre, las burlas de los soldados. Incluso en la Cruz, uno de los dos condenados con él, se burlaba, le ofendía. Y todo esto sin rechistar, aceptando ese suplicio, como venido de las manos de Dios.
Pensemos nosotros como nos comportamos en la vida ordinaria, como sabemos llevar las humillaciones que provienen de la vida en familia, del trabajo, de la relación con los demás. Cada uno de los hachazos que nos da la vida, debería ser una ocasión para pulir nuestro amor propio, para parecernos a Cristo.

Homilía predicada en la iglesia del Corpus Christi de Palma, el viernes santo de 2014

Jueves Santo

Jueves Santo
Nos encontramos celebrando la misa en recuerdo de la última cena, hoy jueves santo del año 2014. Desde el domingo pasado nos estamos preparando para estos tres días que comienzan hoy, en los que vamos a celebrar los misterios centrales de la Pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Hoy la Iglesia nuestra Madre conmemora la institución de dos sacramentos: el sacramento del Orden y el sacramento de la Eucaristía. El Sacramento del Orden sacerdotal, del sacerdocio, y el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En la segunda lectura de la misa de esta tarde, hemos leído un fragmento de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, donde el Apóstol nos dice que él ha recibido una tradición que procede del Señor, es decir, de algo que no ha sido inventado por los hombres, sino por el mismo Dios. El Señor Jesús, en la noche en la que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”.
Las palabras del Señor no tienen más que una interpretación: el pan que hay sobre la mesa se convierte milagrosamente en el cuerpo de Cristo, el vino en su sangre redentora. Una vez que Cristo ha pronunciado las palabras de la consagración se produce un milagro extraordinario: Dios que viene a la tierra, escondido bajo la apariencia de pan, bajo la apariencia de vino. Ya antes, en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús había prometido la Eucaristía, y mucho se habían alejado de Él, porque les resultaba duro de creer. La carne de Cristo se hace alimento para nuestras almas, se nos da por completo.
Este milagro extraordinario se continúa en la Iglesia, gracias al sacramento del orden, al sacerdocio cristiano. Jesús les dice a los apóstoles: haced esto en conmemoración mía. A partir de la última cena, los apóstoles y sólo los apóstoles, comenzaron a celebrar la misa, y a dar a los hermanos en la fe el cuerpo de Cristo. Nos podemos imaginar cuales eran los sentimientos de los cristianos en aquellas primeras misas de la iglesia, en aquellas celebraciones en las casas particulares, cuando todavía no había iglesias, ni altares, ni ornamentos.
Tenemos relatos de sacerdotes que han celebrado en campos de concentración durante la segunda guerra mundial, relatos de sacerdotes encerrados en cárceles en países donde no se respeta la libertad. En esas celdas han conseguido introducir un poco de pan y un poco de vino, y cuando no son vistos por los guardianes, han consagrado las especies sacramentales, y han celebrado la misa con más solemnidad que en la más famosa catedral del mundo.

Hoy es un día para agradecer al Señor el don de la eucaristía, y para examinar nuestras comuniones. S. Pablo dice que quien se acerca a comulgar sin la debida preparación, está buscando su propia condenación. Que nunca nos acerquemos a comulgar si la conciencia nos acusa de un pecado mortal, que seamos humildes y acudamos a la confesión siempre que lo necesite nuestra alma. Y junto con la preparación espiritual, la preparación física, el ayuno eucarístico, para recibir al que es Rey de reyes, Señor de Señores. Acudir a la comunión con pureza, con humildad, con devoción, con el espíritu y fervor de los santos.

homilía predicada en la iglesia del Corpus Christi de Palma, el jueves santo de 2014