domingo, 29 de septiembre de 2013

Funeral por mi hermana Viki en la basílica pontificia de San Miguel de Madrid



Funeral de Viki en la Basílica Pontificia de S. Miguel (28.IX.13)


Queridos hermanos nos hemos reunido en esta basílica pontificia, iglesia de la nunciatura, y, por tanto, la iglesia del Santo Padre en España. A esta iglesia venían mis abuelos, mi padre y sus hermanos, cuando vivían cerca de aquí, en la calle del Rollo. En esta iglesia recibí yo mi ordenación sacerdotal, junto con otros 50 miembros del Opus Dei. Aquí bauticé a mi sobrina Paloma, y en esta iglesia celebramos el funeral de mi padre hace cinco años. Cuantas veces vino Viki a esta basílica para asistir a la Santa Misa, para acompañar al Señor en el Sagrario.
Mi padre dispuso en su testamento que fuera su hijo sacerdote el que celebrara sus exequias fúnebres: quería que se rezase por el eterno descanso de su alma, siguiendo esta piadosa tradición que procede de la época apostólica. En el caso de nuestra hermana Viki, mis hermanos han interpretado su voluntad, y me han pedido que sea yo el que predique su funeral. Con cariño y con dolor, quiero decir unas pocas palabras que os ayuden a levantar la mirada hacia lo alto. Me consuela recordar unas palabras de un padre de la Iglesia, S. Cipriano de Cartago: «Ésta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a Dios : ellos en la adversidad se quejan y murmuran; a nosotros las cosas adversas no nos apartan de la virtud ni de la verdadera fe. Por el contrario, éstas se afianzan en el dolor» (De mortalitate 13).

Amor al Señor. Viki era una mujer de fe, que creía en Jesucristo, Hijo Único de Dios, Dios y hombre verdadero, que se encarnó por nosotros y murió en la cruz para abrirnos las puertas del Cielo. El mejor amigo de Viki fue el Señor, cuantas horas de su vida pasó en dialogo con  El, cuantas horas de su vida pasadas junto al Sagrario. En un momento de su vida, Cristo le dijo como a los apóstoles: ven y sígueme, y ella comprendió cual era el sentido de su existencia, porque Dios le había dado el don de la vida y el don de la fe. Jesús le dijo rema mar adentro, abandona el confort de una vida fácil, cómoda, aburguesada, complícate la existencia, participa de este proyecto de vida que yo comencé hace 20 siglos. Ella sintió que valía la pena, que todo lo que había ocurrido antes de esta decisión de entrega, era una preparación para esta misión divina. Con el Señor acometió todos los trabajos, todas las dificultades, todos los problemas que se plantearon a lo largo de su vida. Con el Señor disfrutó, gozó, se alegró porque con El no hay penas que no se transformen en alegrías.
     Amor a la iglesia. Siguiendo la tradición cristiana de siglos, nuestros padres nos bautizaron a los pocos días de nacer, y así tuvimos un nuevo nacimiento a la vida sobrenatural. Con el bautismo comenzamos a formar parte de esa gran familia que es la Iglesia, cuerpo de Cristo. Como cualquier otra niña de una familia cristiana, recibió la primera comunión, y fue confirmada. Ella se sentía orgullosa de haber recibido estos sacramentos, se sentía orgullosa de ser hija de la iglesia. Tenía la firme convicción de que la iglesia no es un invento humano, es la esposa de Cristo, santa, inmaculada, sin una arruga, aunque los cristianos seamos pecadores. Cuantas veces la oí hablar del amor al Papa, sea quien sea. Cuantas veces la oí hablar del amor a los sacerdotes. Se sentía orgullosa de tener un hermano sacerdote, de que el Señor se hubiese fijado en alguien de la familia para prestarle sus manos y su voz. Nunca la oí una crítica, una murmuración contra la jerarquía. Recuerdo que una vez la presenté a un obispo en la estación de Atocha, con motivo de la jmj. Ante aquel sucesor de los apóstoles, Viki se sentía llena de veneración y respeto.
    Amor a la Obra. Dios quiso que la siguiente de mi familia que pidiera la admisión en el Opus Dei fuera Viki. Sin dejar de querer a los suyos, se dio cuenta que Dios le había dado una familia sobrenatural, y amó a la Obra como sólo se puede querer a los miembros de tu familia. Sacó adelante los encargos que se le fueron haciendo a lo largo de su vida, sin una queja, sin ahorrarse ningún esfuerzo. Disfrutaba en Navidades cuando iba a la sede de las Directoras de España, viendo a tanta gente, y se procuraba quedar leyendo las felicitaciones de Navidad de todo el mundo que llegaban a Madrid. Siendo muy madrileña, su corazón era universal. Sabía que la Obra es católica, que significa universal, para todos los pueblos de la tierra. Rezaba por aquellas regiones donde había más dificultades, por aquellas regiones que estaban empezando. El amor a la Obra no se desgastó con el paso de los años, antes bien, cada vez estaba más feliz de haberle dado el corazón al Señor en el Opus Dei.
  Hoy nos mira desde el Cielo, nos acompaña en esta misa exequial, y nos consuela en esta pena que todos los que la conocimos tenemos. Ella está cerca de la Virgen, a la que veneramos en Madrid con la advocación de nuestra Señora de la Almudena. Pedimos a Viki: ayúdanos a querer a la Virgen como tu la quisiste.

Homilía predicada en el Funeral de Viki en la Basílica de S. Miguel de Madrid, el 27 de septiembre de 2013

martes, 3 de septiembre de 2013

Bautizo de John Segura en la parroquia de S. Nicolás de Palma de Mallorca

el momento más importante
las hermanas de John con la madrina y su hermana
Los padres y hermanas de John
El domingo 25 de agosto bauticé a John, hijo de Toni y Jenny, hermano de dos alumnas del colegio Aixa. ¡Gracias a Dios!